Las municiones más poderosas de los y las Zapatistas son balas de versos, de teatro, de música; poesía. Basta con leer sus proclamas, sus declaraciones, comunicados y cuentos para confirmarlo.
Una lucha contra el capitalismo se vence más fácil cuando el primer propósito de los insurgentes es abrir conciencias; despertar a las gentes ante la ominosa realidad de que, esta hidra capitalista, seguirá devorando, sin piedad, todo a su paso.
Las balas reales nunca han servido; han desperdiciado sangre de las juventudes, de las infancias, de los y las mujeres y hombres que sucumben ante el plomo, ante su frío.
El verso, la música, la danza, el teatro y los colores, serán, pues, municiones para vencer a aquella hidra y, de paso (y de lleno), no dejar morir esa flor, la de la palabra; la de viejas raíces.
El arte Zapatista es una muestra de retórica, de una retórica que sale natural, de manera orgánica; y es que, estar en territorio Zapatista, es en sí, poético.
Nubes que se vierten entre las montañas como cascadas; noches estrelladas como en ningún otro lugar; un pasado Maya, lenguas originarias ancestrales; una lucha por la libertad; una lucha contra el capitalismo y la muerte y la destrucción, todo eso es una fórmula, una que crea retórica; en cada mirada de cada insurgente hay una metáfora, un espejo, un símil, como un corazón en llamas.
Si a toda esta naturaleza mística, si a todo este cotidiano fantástico y rebelde, se le suma el buen sentido del humor, la buena comicidad, la llamada por juan Villoro “condición rebelde de la risa”, obtenemos municiones, balas, armas poéticas, alegre rebeldía; una rebeldía muy alegre, digna del manejo de la ironía, pongamos de ejemplo la frase “disculpe las molestias, esto es una revolución”, frase reproducida durante el levantamiento armado de la guerra contra el olvido en el 94.
Cuando a el arte le sumamos la revolución, obtenemos conciencia; obtenemos otra forma de luchar; así nos lo muestran los compas, así nos lo diría, tal vez, el viejo Antonio, ese que, con historias de los abuelos, los primeros que hicieron el mundo, revelan las tradiciones Zapatistas, o como el escarabajo escudero y concejero de batalla, Don Durito, quien acompaña la lucha zapatista y la acompañara hasta que se logre la libertad.
Fabulas, cuentos, mitos, declaraciones, comunicados, el arte no debe de estar peleado con la protesta, por el contrario, la revolución es un excelente fertilizante para sembrar flores de palabras.
Así lo aprendimos esta celebración de los treinta años del levantamiento armado del EZLN contra el olvido.
Desde el momento en que se llega a territorio zapatista, uno, una, se encuentras con murales adornando las fachadas de las cabañas; murales que cuentan, entre trazos y colores las historias de su lucha, de sus andares por las montañas, de su alegre rebeldía y sus costumbres, las que tanto les distinguen del resto de movimientos revolucionarios.
El muralismo renace en México con los Compas de brocha gruesa; esta corriente artística siempre fue caracterizada por el profundo contenido político del que estaba cargado; Rivera, Siqueiros, Los Hermanos Camarena, todos ellos involucraban la política con la plástica; esto también ocurre con los Compas Zapatistas, sin embargo, en lugar de optar por estéticas grotescas, violentas o agresivas, como solía ser en el caso de murales de la revolución, los murales Zapatistas están llenos de colores, de montañas, de soles, de cielos despejados; de milicianos y milicianas luchando pero con alegre rebeldía.
Mientras transcurría la tarde, obras teatrales producidas por las infancias de los diferentes caracoles, fueron presentadas al centro de la enorme pista de baile. Obras teatrales con tramas completamente críticos y humorísticos con tramas sociales, políticos y culturales y que, inmersa, llevaban una crítica enfocada a la consciente. Infancias artísticas y críticas, que, sin vacilar, recitaban una a una sus líneas y sin temor alguno, representaban sus personajes.
Obras de teatro que por tema llevaban la explotación laboral de las haciendas hacia los peones; los proyectos llamados de muerte y destrucción ejecutados por los malos gobiernos; sátiras de los diferentes presidentes y sus cínicos atentados contra la vida y la libertad.
Seguía la tarde, y las infancias seguían dando clase de expresión artística, ya no solo con teatro, sino, también con bailables, bailables llenos en los que se sincretizaba la danza con la representación histórica de la lucha zapatista.
Quienes guiaran el futuro y trazaran los caminos, serán las infancias y las juventudes; y, al mirar estas obras de teatro que no solo eran hermosas en el sentido estético y técnico, eran críticas. Niños y niñas de entre los 5 años a los 15, poniendo en escena obras en las que se representaba la lucha zapatista, la corrupción de los malos gobiernos y los proyectos de muerte y destrucción, es sin dudas, una luz de esperanza dentro de la lucha del EZLN. Las infancias Zapatistas son compartidas, son inteligentes, críticas y rebeldes, dignamente rebeldes.
Los y las Zapatistas han luchado siempre con el lenguaje como un arma, con poesía y versos cuales balas, con murales como expresiones y formas de inmortalizar su historia y su lucha.
Basta con leer sus comunicados; sus declaraciones; sus cuentos; poemas, con ver sus obras de teatro y presenciar los bailables zapatistas. Basta con bailar entre milicianos y milicianas que sonríen de alegre rebeldía.
El arte es el fusil más poderoso, menos violento y el más humano, para luchar, defender y resistir en la batalla por la liberación de la tierra y de quienes la trabajan.
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