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  • Algunas seres dudantes

Y si… somos todas? Algunas notas sobre la prisión y la ausencia feminista

Actualizado: 17 abr

El 15 de abril por la noche se realizó el desalojo de la Okupa Cuba que terminó con tres compas detenidas y procesadas. Ninguno de los cargos en su contra fueron abiertamente políticos. Se les acusó, en un principio, por portación simple de mariguana. Si el desalojo era o no inminente es irrelevante; si la violencia policial, judicial, estatal era o no inminente es irrelevante. Suponemos, a estas alturas que, sabemos de qué son capaces lxs enemigos, cómo actúan, qué fines persiguen. Así que, aunque la denuncia hacia ellxs era y es necesario, nos sentimos removidas por algo que consideramos mucho más importante porque nos concierne a nosotrxs.


Todo esto ocurrió en el 2022, a 5 años del primer llamado al “Paro de mujeres” de 2017 que de alguna manera reverberó una fuerza en las luchas feministas de todo el planeta. De pronto, como en otras épocas, fuimos protagonistas, nos disputamos todo lo que nos ha sido arrebatado. Los medios de comunicación, las redes sociales, cada marcha del 8M, del 25N, ahora del 28S sorprendían en su masividad, en radicalidad y, en su exclusividad al ser encabezadas por un nosotrxs que era “nuevo”, por no ser masculino.


La toma del que era el edificio de la Comisión Nacional de Desechos Humanos en septiembre de 2020 dio cuenta de esa fuerza. Recordamos los primeros días, estar sentadxs en la calle frente al edificio, adentro, afuera, circulando, orgullosxs. Dispuestxs a festejar un "triunfo" con aquellxs que habían puesto su cuerpo y su fuerza para hacerse de un lugar en pleno centro de la Ciudad de México. Dispuestxs a defender aquel ataque simbólico a las estructuras del poder. Vimos las muchas donaciones que entraban, la fuerza, la alegría.


Lo sorpresivo que resultó en un país como éste donde okupar no es una tradición tan fácil de sostener a diferencia de otros territorios. Presenciamos y nos enteramos también de las discusiones, de algunos primeros quiebres, los más visibles. Quizá, minimizamos el trabajo que construir requiere, y de a poco parecía haber menos gente a las afueras. Del "fuimos todas" se fue dibujando en: "las compas de la okupa". Pero la masividad que el movimiento feminista alcanzaba en la ciudad, y algunos otros estados del resto del país, seguían siendo sostenidos.


Decimos esto porque lo vemos como el marco que aún persiste, pero que se desvaneció ante el escenario de la prisión. ¿Dónde estábamos cuando debimos estar afuera del penal, con las familias, en las audiencias? ¿En qué momento o por qué se esfumó el “fuimos todas” que estremeció aquella tarde- noche del 16 de agosto del 2019? ¿Qué dice de la lucha feminista en general, y de cada una de nosotras que, de alguna manera hemos aprendido de este movimiento y su historia? ¿Por qué la cárcel desdibujó la potencia de una lucha que parecía masiva?


Si estamos en el entendido que las tres compañeras detenidas eran las primeras presas abiertamente feministas de este movimiento -al menos en la Ciudad de México- y, encima, fuimos testigxs del brutal operativo policial en su contra, ¿Por qué faltamos? No queremos decir que no hubo compañeras y familiares que en todo el proceso estuvieron dando, insistiendo, gritando y acompañando. No queremos hacer menos el esfuerzo que sabemos real y al cual se le debe hoy que las compas pueden estar fuera de la prisión, mas no, lejos de los tribunales.


Quienes escribimos, no somos personas muy presentes en el mundo de las redes sociales, no sabemos bien qué fuerzas se mueven o cuáles son los sentires que ahí transitan. Quizá esa ceguedad nos entorpece la reflexión. Nos basamos en lo que alcanzamos a ver desde este lugar limitado y parcial, no pretendemos tener verdades sino muchas dudas, muchos miedos e inquietudes. Muchos deseos que aprender, de dudar, de no entregarnos a la complacencia sino a la crítica más feroz aunque tierna y cuidada.


Es desde ahí que nos preocupa la posibilidad de que la falta de apoyo se deba a una especie de castigo, por cualquier error seguro que cualquiera de las compañeras pudo haber cometido. Nos preocupa porque no hay nada que beneficie más al poder que ese tipo de condenas cotidianas. Escuchamos a las familias contar públicamente las sentencias que de bocas de compañeras salían "Algo hicieron", "¡No están de vacaciones!", "¿Pero sí robaron el celular?"


Nos preocupa porque eso evidencia que no nos vemos en ellas; no solo como posibles presas sino también como posibles seres llenos de errores y monstruosidad. ¿Qué vidas merecen ser cuidadas entonces? ¿Qué vidas merecen nuestra lucha entonces? ¿Con base en qué estamos tomando esas decisiones? En muchas otras épocas, otras ideologías antagónicas que han tenido su protagonismo, también han enfrentado a la prisión como método de intento de destrucción (por no decir que es la prisión en sí misma un intento constante de destruir el tejido social y exterminar a las personas que caen en sus garras y, que de ninguna manera es algo que podemos reivindicar sino solo desear destruirle); nos entristece mirar que no siendo feministas, han tenido más capacidad de unirse ante la posibilidad de que sus pares –no del todo afines– se enfrentaran a la destrucción que representa la prisión.


Nos entristece porque nosotras, venidas de la llamada lucha social, tenemos como lección del feminismo el cuidado y la reivindicación de lo personal como político. ¿Qué nos dice eso a nosotras? ¿Cuáles son las guías que nos llevan hacia esos caminos punitivistas, de pequeña y gran escala?


De ninguna manera creemos que todas podríamos salir tomadas de la mano como si no hubiera tensiones, diferencias fuertes e historias de desamor y decepción. No somos un frente uniforme, no deberíamos serlo. Pero por qué parece que puede ocupar tanto nuestra atención el preguntarnos si las policías son o no nuestras compañeras, si está bien o mal que alguien les ponga flores en las marchas y no nos preocupó de igual forma las condiciones en prisión de las compas, producto de un desalojo en un espacio paradigmático de la lucha feminista, quizás latinoamericana, quienes realmente necesitaban nuestro apoyo para salir de donde fueron secuestradas.


¿Por qué no acampamos afuera del penal? ¿Por qué no logramos ser masivas y contundentes en cada audiencia? ¿Por qué no las mantuvimos al frente de la agenda de cualquier manifestación que ocurriera mientras ellas estaban presas? ¿Por qué podemos llenar las calles cada 8M, pero no pudimos estar afuera del MP y del reclusorio al menos en un porcentaje considerable? Ahí donde se trataba de ellas pero también de todas; de las otras presas, de las familias, de la prisión como un espacio al cual mostrarle nuestro repudio a través de la organización.


A las afueras del penal, aquel día de la salida de K y M, no cabían las emociones en el cuerpo. Un ambiente de alegría y liberación se sintió a lo lejos. Una rabia incontenible y nuestro siempre llanto que significa potencia, desahogo, alegría. Fuimos testigxs también de lo que puede costar una confusión de tal magnitud si nos toca estar en la cárcel y que incluso siendo "víctima" de ese sistema, no nos hace compañeras.


Aun así, muchxs no fueron más allá de los pretextos que pueden ser válidos: estoy trabajando, tengo clase, vivo muy lejos, etc. Muchxs no fueron porque no se reconocieron en esa lucha o aceptaron que quienes salían, merecieron el castigo. Por hoy nos toca reconocer con enorme gratitud a su defensa legal, a su familia, a las personas más cercanas, a todas ellas por sostenerlas. Y quizá, de parte de eso que a veces llamamos "movimiento feminista", nos toca reflexionar para considerar ofrecer una disculpa que se traduzca en un cambio contundente entre nosotras, ante la evidencia de que las hayamos dejado solas, o menos acompañadas de lo que realmente cualquiera tendría que haber estado.


Entendemos que la historia de la okupa Cuba en sí misma representa dudas y diferencias. Pero no entendemos cómo eso puede ser el pretexto para no decir, no nombrar, no mirar que el "Fuimos todas" merece ser tomado con mayor seriedad. Que aquella consigna "Me cuidan mis amigas, no la policía" debe tomarse como premisa ética y no como vacío eslogan.


Regresar al compromiso y seriedad de lo que decimos cada marcha, es para nosotras tan importante como volver a las entrañas que nos mantienen con vida, más si aquellas compas que hoy caminan en las calles, fueron eso, las primeras presas del movimiento feminista...


Algunas seres dudantes


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